La Rioja y San Juan comparten mucho más que lo que uno cree, ademas de los parques de Talampaya e Ischigualasto, ambas provincias tienen grandes hectáreas que pertenecen a la cuenca geográfica Triásica. Esto hace que sean provincias muy apreciadas por los científicos del mundo que consideran esta zona como un gran paraíso para encontrar y estudiar gran variedad de material geológico.
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Las rocas que se encuentran allí fueron silenciosos testigos de hechos fundamentales como la división del supercontinente Pangea.
En nuestras visitas a ambos parques escuchamos comentarios de otros visitantes que los comparaban y elegían a uno u otro por «ser mejor». La verdad es que no creo que sean comparables.
¿Cómo comparar dos lugares tan únicos? ¿Cómo valorar más uno que otro si cada cual tiene su encanto? No es posible, a mi entender, pensar en eso, sólo es necesario saber que no podés dejar de visitar uno. Si solo ves uno, te va a quedar la idea del triásico incompleta.
Así que en este post les cuento nuestra visión de ambos lugares, que visitamos con cuatro días de diferencia.
La Rioja y su Parque Nacional Talampaya
Lo primero a tener en cuenta es que no es fácil llegar al parque si no contás con auto. La única posibilidad de transporte público es enganchar el micro que va de Villa Unión a La Rioja en un solo momento del día en una u otra dirección. Esto te lleva a dos opciones, hacer dedo o contratar un auto que te haga el traslado. Con una niña a cuestas, la segunda opción, aunque requiere desembolsar dinero, es la mejor.
Todas nuestras excursiones desde Villa Unión las arreglamos con Jesús Cerezo, un conocido guía del pueblo que nos iba derivando con otras personas cuando él no podía realizar el viaje. En este caso fuimos con un familiar de él que en 40 minutos nos llevó del pueblo al parque.
Salimos 8.30hs para poder aprovechar bien el día. El ingreso al parque, más allá del paseo que luego hagas, vale $70 (los menores no pagan)
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Este parque Nacional, decretado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, tiene los vestigios de la tierra hace 225 millones de años, cuando los reptiles eran los habitantes principales. Su principal color es el rojo parduzco, ya que las piedras que se amontonan y lo componen poseen altas cantidades de oxido de hierro.
La entrada principal es la que te da acceso al Cañón de Talampaya, en donde se ven las principales geoformas del parque.
Allí tenés la opción de hacer distintos paseos. El de cajones del Shimpa es el más largo pero cuando fuimos estaba suspendido porque con terremotos anteriores la zona no había quedado segura. El paseo que resta es el del Cañón del Talampaya que puede hacerse en combi o en unos camiones 4×4.
La verdad es que en la combi se ve todo perfecto y, a nuestro entender, no valía la pena gastar más para después cocinarte al sol en ese camión. El paseo en combi salía $335 por persona, y Sofi no pagaba, pero eso sí, no olviden llevar el DNI del menor porque toman los datos de allí para tener el registro.
Como el paseo comenzaba a las 10.30hs (tienen salidas seguidas, cada una hora aprox.) fuimos a visitar un pequeño sector que se denomina «Parque Triásico» donde se ubican algunas replicas de animales que vivieron durante el triásico en esta región. En solo 10 minutos lo recorrimos y volvimos al sector de donde salía la combi y la camioneta.
Petroglifos
El recorrido que dura dos horas y media te lleva por lugares únicos, en donde los guías van dando precisiones de cada parada en particular.
En la primera de ellas, recorrés a pie un pequeño sector que posee una gran cantidad de Petroglifos. Estos grabados en rocas tienen diversos diseños simbólicos que fueron realizados por los hombres del periodo neolítico desgastando la capa superficial de la piedra. Es un antecedente inmediato a la escritura, por lo que resulta muy interesante ver estos “escritos” tan bien conservados, a tan corta distancia.
Pequeño oasis
La segunda parada es un poco menos interesante, al menos para mí, ya que se detiene en el detalle de la escasa flora del lugar. Aunque al comienzo del recorrido se encuentra una pared gigante con una acústica muy particular que permite un impresionante eco.
Terminás ese camino de pasarelas de madera con el particular ofrecimiento de vino y agua, algo que no viene para nada mal, en función del calor del lugar.
Aprovecho para aclararles que es necesario llevar lentes, gorras y sobretodo protector solar. Esto mucho más si van con niños, el sol es muy intenso en esta zona de escasa sombra.
Entre paredones
Luego de un trayecto un poco más grande en combi llegamos a la imponente pared colorada que se levanta imitando las “naves” de una catedral, y es por eso que este sector se llama así. Sofía aprovechó el espacio de juego y la tierra colorada ¡para enterrarse cual niño en la arena! Los chicos siempre encuentran la manera de pasarla bien.
Geoformas
Un rato allí para volver a subir a la combi y hacer la última parada, en las geoformas. Es importante destacar que en cada recorrido a pie, el lugar está íntegramente preparado para que todos lo puedan transitar, a través de pasarelas de madera que hacen del camino algo simple para todas las edades y posibilidades motoras.
En este sector se encuentran cuatro formas muy impresionantes, tan enormes como imponentes. Vemos allí a la torre, el tótem, el monje y la botella.
El retorno es largo pero sirve para descansar un poco y así retomar fuerzas para el trayecto de la tarde. Sofía aprovechó claro, para dormir esa media hora de viaje.
El almuerzo lo resolvimos con el restaurante del parque que definitivamente es bastante caro. Lo mejor es llevar comida y ahorrar ese dinero.
Otra opción en Talampaya, el Cañón Arco Iris
Unos minutos de auto te separan de la otra entrada al parque que te permite conocer el Cañón Arco Iris. Recuerden guardar la entrada al parque porque la van a tener que mostrar para evitar pagarla nuevamente y este paseo sale $250 por persona, así que se siguen sumando algunos gastos.
Esperamos un rato hasta que se decidió la salida del contingente en una combi que anduvo por un sinuoso y movedizo camino unos 50 minutos hasta que llegamos al sitio de la recorrida a pie.
El guía aquí despliega su saber y te va mostrando este más que colorido paisaje. Un tema a tener en cuenta es que por la tarde las fotos del lugar que vayas van a estar sobreexpuestas a la luz, así que sabiendo que las mejores fotos serán las de la mañana, elijan cuál de estos lugares preferís retratar mejor.
La caminata mostrando el lugar dura unos 40 minutos, pero esto es así porque el guía se detiene mucho a contar detalles del lugar. Es un camino muy simple en donde sólo las personas con ruedas se encontrarían muy complicadas para hacerlo.
Terminado el recorrido, volvemos por el mismo camino y finalmente volvimos a Villa Unión, rumbo a otras aventuras.
San Juan y su Ischigualasto, el Valle de la Luna de Argentina
Si tu idea es recorrer estos dos parques que te describo en este post, tené en cuenta que yendo de Villa Unión a Valle Fértil podés hacer el paseo en Ischigualasto de pasada.
Si tenés auto la cosa se resuelve fácil, sin movilidad propia, el ingenio es necesario.
La opción difícil es tomarte un bus a Talampaya y allí esperar el que va hacia San Juan y tomarlo para que te deje en Valle Fértil. Y desde allí resolver la forma de ir al Valle de la Luna (excursión o bus). Todo esto complicado porque los buses pasan una o dos veces al día.
La opción que tomamos, que salió bastante pero no había otra, es contratar un auto que te lleve a Valle Fértil, haciendo el paseo por Ischigualasto de pasada (hay que desviarse un poco, pero es prácticamente de pasada). Nuevamente Jesús nos salvó con uno de sus compañeros que nos hizo todo el viaje que llevó el día casi entero.
Llegamos al mediodía al parque, en medio de un día lluvioso y frío, algo inusual en octubre. Había estado lloviendo toda la mañana por lo que el inicio de la caravana peligraba.
Cuestiones a tener en cuenta
A diferencia de Talampaya, el recorrido se realiza con un guía que se sube al primer auto de la caravana, por lo que todos deben ir con sus propios vehículos siguiendo la caravana y parando en cada una de las 5 estaciones que tiene el recorrido de unos 40km y que dura unas 3 horas.
La entrada sale $100 por persona, aunque todo es medio confuso porque, por ejemplo, el chofer que nos llevaba no pagó entrada pero tampoco nadie lo controló. Igualmente parecía que era un día realmente atípico ya que por el mal tiempo no habían podido salir aun a hacer el recorrido, así que la caravana que nos incluyó sumaba más de 30 autos. Demasiado para lo común.
Como les decía, llegamos al mediodía, pero la caravana recién salió a las 13.30hs, así que luego que el auto se puso en la fila de la caravana ganando un buen lugar, fuimos a comer al comedor del parque que la verdad, tiene muy buenos precios.
Primera parada, el Valle Pintado
Salimos entonces y la primera parada no se hizo esperar. Allí vimos un poco el parque desde arriba y conocimos la explicación geológica de su conformación tan particular y todo aquello que lo asemeja con una superficie lunar.
Aquí también aprovecha el guía para explicar cuestiones de seguridad, como no pasar de las rocas que marcan las áreas habilitadas para caminar, por ejemplo.
Segunda parada, un paisaje lunar
En la segunda estación, se comienza con la vista de una figura muy particular, una esfinge que el viento talló en la piedra. Sofía “vio” en ella un gatito, por lo que se emocionó un montón con “el mishi” jeje
Caminamos un poco más y entramos en la zona en la que uno tiene esa gran sensación de caminar por una superficie lunar. Los niños disfrutan mucho este trayecto porque hay muchos huecos por dónde meterse y el lugar genera muchas sensaciones. En particular nos tocó ese día gris y frio, por lo que la sensación de situación apocalíptica se hacía muy intensa al recorrer esa particular zona. Me sentía casi como adentro del Eternauta, si se me permite el paralelo.
Al finalizar ese mini paseo, llegamos a la particular “cancha de bochas”, un espacio en donde se acumularon unas particulares piedras perfectamente redondas. El viento, en un trabajo de artesano, generó estas bochas naturales que se acumulan en el lugar y siguen generando un paisaje por demás singular.
Tercera parada, el Submarino
Se vuelve por el mismo camino para retomar los autos y así llegar a la tercera estación en donde la geoforma del submarino se muestra un poco distinta a las fotos que uno ve en cuadros y en la web, ya que por movimientos sísmicos, una de sus torres se cayó. De todas maneras, con una sola tiene más sentido que sea un submarino ya que uno de verdad tiene un solo catalejo.
Volvemos a los autos para hacer unos pocos metros y así llegar al museo de sitio que es la parada de baño y relax sobretodo en un día como el que nos tocó de frio, garua y viento.
Cuarta parada, Museo y Fósiles
En la cuarta estación una guía muestra unos supuestos fósiles de animales prehistóricos que fueron encontrados allí y que permanecen semi enterrados.
Nosotros creemos que en realidad son réplicas ya que nos cuesta creer que dejen los fósiles así y que la guía esté todo el tiempo pasándole por encima prácticamente y pasándoles el pincel cada vez que va un contingente. Pero bueno, en definitiva, si son replicas, igual sirve verlos, lo que molesta quizás es que no sean verídicos, pero eso es sólo una suposición nuestra.
Quinta parada, el Hongo
La última parada es la estrella del parque, la típica foto y dibujo que aparece por todos lados. En la quinta estación vemos finalmente la geoforma El Hongo. Allí ya el guía prácticamente no habla, tan solo se despide y aclara que el camino de vuelta es el que tenemos por delante y que ya podemos disponer de nuestro tiempo individual para salir del parque.
Luego de la postal necesaria en ese sitio, el camino de vuelta tiene algunos lugares interesantes para detenerse y sacar fotos. No muchos, pero algunos valen la pena.
El camino desde allí hasta Valle Fértil es un poco tedioso si encima tenés solo lluvia y más lluvia de paisaje, pero lo importante es llegar al pueblo y finalmente al hotel que ya estaba reservado. Un afectuoso saludo para el chofer que compartió con nosotros todo el día y entonces sí, seguimos la aventura sanjuanina.
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