Probablemente todos pensamos en Machu Picchu antes que en Cusco, antes que en cualquier otro lugar cercano a la más que conocida fortaleza Inca. Sin embargo, existen ciertos lugares impresionantes que ver cerca de Cusco que deben conocerse para comprender la cultura Inca en su totalidad: nos adentramos así en el famoso Valle Sagrado.
Contenido de nuestro artículo
1 • Pisac: descubrir las ciudades incas |
2 • La ciudad amurallada: Ollantaytambo |
3 • Un poquito de Chinchero, porque el día no termina |
Primero comprendamos a la región: dentro del famoso Valle Sagrado de los Incas (o Inkas en lengua Quechua) existen varias ciudades que nos ayudan a conocer la mayor cultura que esta América Latina desarrolló previo a la llegada de los españoles.
El valle se conforma con Pisac, Calca, Yucay, Urubamba, Ollantaytambo, Chinchero, Maras y Moray.
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El Valle del río Urubamba fue denominado como “sagrado” por los Incas debido a la fertilidad de las tierras y su clima favorable. Es en esta región que se cosecha el maíz con el grano más grande que jamás puedan ver (y les recomiendo, compren la mazorca en el paseo, la venden junto con un quesito y se va comiendo grano por grano)
Nosotros, con la ayuda de Day Expeditions, pudimos hacer un primer tramo que nos hizo descubrir las dos ciudades que empiezan y terminan el Valle: Pisac y Ollantaytambo. Además, se sumó hacia el final conocer una joyita como Chincheros.
Pisac: descubrir las ciudades incas
Como primer acercamiento, la parada fue en Pisac, la ciudad más colonial, en donde vive gente en la actualidad y su colorido y vida tiene todos los condimentos de los pueblos de la región. Aquí lo que abundan son las joyerías, por lo que es común conocer alguna en particular y sus procesos artesanales para hacer esas piezas únicas.
Las calles con pequeños negocios y lindos colores, vale una pequeña recorrida. Un detalle a tener en cuenta es que los jueves y domingos en Pisac pueblo se desarrolla una feria artesanal típica y famosa por lo que ofrece y su magnitud. Nosotros no pudimos ir esos días de semana, por lo que no llegamos a conocerla.
Pero lo bueno está un poco más arriba, en el sitio arqueólogico de la antigua Pisac. Apenas entrás, los andenes (conjunto de terrazas) ya te dejan sin aliento. Su configuración, el valle debajo y todas las construcciones más arriba, hacen que la mirada necesite ser panorámica por momentos.
Primero el guía te cuenta un poco de esta increíble ciudad y te da ciertas pistas para la exploración libre que luego tenés a disposición.
Pisac proviene del nombre quechua pisaca que significa perdiz, y lo que se cree es que la ciudad en sí tiene esa forma. La verdad es que su forma probablemente desde arriba se vea algo así porque tiene sus buenos recovecos.
Es una realidad que todo tiempo libre que te den para recorrer no alcanza. Es muy grande y cada caminito te lleva a algún punto interesante. Las terrazas dan el marco a lindas vistas y la parte de la ciudad inca, con las edificaciones que continúan en pie, tienen un gran encanto. Sofia corría por ellas, se interesaba por conocer y todo lo quería mirar.
Conocer en vivo los secretos de la arquitectura inca, tan perfecta como para desafiar al tiempo y al clima, es algo que apasiona a todos, chicos y grandes.
Un elemento distintivo en Pisac es el cementerio incaico, probablemente el más grande aun conservado. Mucha historia se viene encima cuando pensás que muchos de esos túneles que se ven arriba en la ladera de la montaña, contienen restos de esa civilización que resistió a los españoles y desarrolló un imperio aun sin tener siquiera 400 años de existencia.
Lamentablemente ya no es posible acceder a zona cercanas a los túneles ya que en otras épocas fueron cruelmente saqueados.
Recomendación para la recorrida: elijan los lugares que les interesa ver desde el punto de inicio y vayan hasta allí aprovechando cada paso. No olviden los gorros para el sol y buen calzado de trekking en los posible (super importante en todo Cusco para caminar seguros)
Una vez que se termina la recorrida, hay que volver al micro y de allí partir rumbo a un pueblito casi tan mágico como la leyenda que explica su existencia: Ollantaytambo.
La ciudad amurallada: Ollantaytambo
Y esa leyenda habla de amor, habla de luchas y de estrategias. Lo que se cree en el mito popular es que Ollanta era un guerrero que por sus proezas de guerra llega a ser un coronel muy importante del Inca Pachacutec. Pero su fidelidad absoluta se rompe cuando se enamoran perdidamente la hija del Inca y este plebeyo guerrero.
Como era de suponer, en estas culturas esa unión no estaba permitida, por lo que Ollanta termina levantándose en contra de su rey y finalmente se refugia en la actual ciudad que lleva su nombre. Y para hacerla segura, construye unas grandes murallas que hacen que solo sea posible ingresar en él por un solo camino.
Esto le sirve de protección muchos años y hace que la leyenda sigue, ¿hasta dónde? Ah, no, lo lindo es escucharla en el camino de ingreso a la ciudad, así que les dejo el final para cuando disfruten de conocerla.
La ciudad en sí sigue con ese encanto de la zona. Las calles de piedras, los muros incas aún en pie que se mezclan con construcciones nuevas. Las callecitas mínimas, los mercados artesanales, todo te lleva la cámara al ojo y el dedo al obturador.
Para ingresar al sitio arqueológico hay que traspasar una puerta que, como todos estos sitios, implica “picar” la entrada general o comprarla individual (si la idea es visitar una buena cantidad de sitios, sin dudas lo mejor es comprar la general)
Nuevamente las terrazas, nuevamente las grandes escaleras, nuevamente las ruinas y algunos detalles que la hace singular. Como la figura de cara de piedra en la ladera de la montaña de enfrente. O el almacén en la altura de la montaña, que muy inteligentemente llevaron allí para mantener alimentos frescos y aislados.
Nuevamente, a prepararse para las caminatas, las trepaditas, las exploraciones por los rincones, e inventando historias junto con Sofía como para que una niña de 5 años pueda seguir sintiendo que esa aventura tiene muchas historias que contar.
Si nos preguntan cómo hacer para que un niño tan pequeño disfrute de caminar tanto en la altura y trepe y siga caminando sin quejarse, les diremos que el secreto está en escuchar lo que imaginan, generar historias juntos, jugar a seguir caminando por aquellos lugares que creen llenos de misterios.
De eso se trata, de abrirnos a vivir esa exploración como si fuéramos niños también.
Debo decir que esas escaleras, de escalones altos y pronunciados, cansan bastante. Y claro, “explorar me cansa las piernitas” dijo Sofi, en el medio de Ollantaytambo, mientras hacíamos la parada técnica necesaria para seguir.
Dos recomendaciones: suban hasta el templo del sol, si bien está casi destruido, ver las 6 enormes piedras que aun se conservan perfectamente encajadas hace que nuevamente pensemos en cómo llegaron esas piedras hasta tan inhóspito lugar.
Otro consejo es que se dejen un poco de tiempo para la zona inferior. Allí es donde se encuentra el baño de la Ñusta, con tres fuentes de agua permanente de increíble arquitectura.
Un poquito de Chinchero, porque el día no termina
Después de un buen tramo de rutas de cornisa, subir montañas y cambiar hasta el clima, llegamos a Chinchero. Sería este sitio la parada final de un paseo que nos dejó mil sensaciones.
Lo primero que se hace es ir a conocer la bella iglesia Nuestra Señora de Monserrat, y desde la plaza que se ubica en frente uno descubre la intensa historia de ese pueblo tan atada a los incas. Dicen esos relatos que toda la ciudad fue incendiada por Manco Inca en su huida de los españoles, para evitarles que puedan provisionarse alimentos.
Dicen además que luego que los españoles tomaron dominio sobre la misma, decidieron construir la iglesia en ese lugar porque todos los originarios iban a ese lugar a rendir homenaje ya que en ese lugar se ubicaba antes del fuego el palacio de Tupac Yupanqui.
Se dieron cuenta que, si querían que fueran a misa, ese debía ser el lugar y así se construyó la iglesia (algo que hicieron también en otros sitios, pisoteando las creencias de los pueblos).
Lo que sucede hoy por hoy en ese sitio, es que muchas de las celebraciones se han mestizado, por lo que es común mezclar ritos católicos con bailes y representaciones indígenas.
La iglesia es sin lugar a duda, una belleza. Toda pintada a mano con tintes naturales, en su interior no se permiten fotos, pero vale la pena su visita. Una buena cantidad de cuadros adornan sus paredes y en los mismos puede verse cómo los inkas aprendieron a pintar según el estilo español, pero en un acto de resistencia, incluyeron elementos propios en sus obras.
Para seguir conociendo la historia de América se continúa con un paseo por ese pueblo hermoso, lleno de calles estrechas, con muy persistentes bajadas y subidas y muros inkas que se conjugan con paredes actuales.
Algo de ello, es lo que se verá en varios lugares de la zona de Cuzco, muros inkas fieles al tiempo que permanecen de pie y que además sirven de base para paredes de ladrillo moderno que completan las viviendas.
Y encima de todo, el día nos regaló un atardecer hermoso que desde lo alto de este pueblo se veía todo lo rojo, todo lo naranja y todo lo celeste que el cielo nos permitía ver.
Estar en un pueblo de tejidos y tejedoras hace que sea necesario conocer sus técnicas y métodos, por lo que hacia allí fuimos, aprendiendo de mano y voz de las mismas, un poco de la técnica de tejido y sobre todo, el modo en el que se da color a los hilados, con elementos de la naturaleza.
Si bien es un show armado (debemos decir que la mujer era particularmente graciosa), vale la pena conocer sus detalles y después claro, podés optar por solo pasear por la tienda o comprar algo (la realidad es que son tejidos de muy buena calidad, pero también es cierto que en el centro de Cuzco hay mejores precios)
El fin del día llega, solo resta volver a Cusco, pero si me preguntan qué nos quedó de todo este extenso día de recorrida, debería resumir en la grandeza inca, su enorme poderío y resistencia que hace que aun hoy nos sintamos pequeños frente a sus logros, historias y destrezas.
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