Años y años de viajes y aventuras diversas, pero nunca habíamos tenido la necesidad de dormir en un aeropuerto con niños. Hasta que en nuestro viaje a Isla de Pascua tuvimos que hacerlo.
Acompañanos en este relato, que intentaremos abordar un poco de que se trató la experiencia.
Contenido de nuestro artículo
| 1 • Recién llegados al aeropuerto |
| 2 • Haciendo tiempo para vencer al sueño |
| 3 • Área de embarque |
| 4 • Arriba del avión |
Recién llegados al aeropuerto
Llegar desde Buenos Aires a Isla de Pascua era la cuestión, por lo que había que pasar si o si por el aeropuerto de Santiago de Chile, para tomar el vuelo de Latam, que nos depositara en la enigmática isla del Pacífico.
La descoordinación de horarios de nuestros vuelos era tal, que el primero, Buenos Aires – Santiago, llegaba al país trasandino a las 11pm y el otro vuelo, Santiago – Isla de Pascua, salía recién a las 06am.
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El problema radicaba en que eran muy pocas horas para alojarnos en un hotel, pero muchas como para sobrellevarlas sin dormir.
Optamos por quedarnos a pasar la noche en el aeropuerto, ya que entre traslado y las horas de antelación para presentarse previo al embarque, no justificaban un hotel por apenas un puñado de horas.
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El desafío, para nada menor, que teníamos por delante era “sobrevivir” a nuestra primera noche en un aeropuerto…
Haciendo tiempo para vencer al sueño
El plan que teníamos en mente era sencillo: elegir algún buen lugar para cenar, usar internet para subir contenido a las redes desde unos cómodos asientos y luego tomar un rico cafe.
La realidad fue algo distinta al plan, ya que no había muchos lugares para cenar, y los que había, no tenían mesas libres. Terminamos cenando unas pizzas en una mesa que justo se liberó, luego de esperar un rato.
Subir contenido a las redes también fue distinto, ya que no hay cómodos asientos en el aeropuerto de Santiago, de hecho no vimos asientos, al menos fuera de lo que es zona de embarque
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Por último, el café al menos lo pudimos concretar, y de algún modo fue nuestro búnker para hacer pasar las altas horas de la madrugada. Comimos algo rico en el Dunkin Donuts, junto con unos cafés y un jugo para Sofia. Ese también fue el escenario de tremendas partidas del juego de naipes “UNO”.
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En medio de ojitos casi cerrados, bostezos y cansancio, logramos aguantar hasta que se hiciera la hora en que estábamos habilitados para ingresar al área de embarque.
Pasamos los controles de seguridad normales de todo aeropuerto, y luego el control de la policía de migración.
Si bien la isla es territorio chileno, hay un control especial para ir allí. Debe mostrarse vuelo de vuelta dentro de los próximos 30 días, reserva de alojamiento, o invitación de un residente. Además debe completarse el formulario único de ingreso.
Superados los trámites, finalmente estaba a nuestro alcance el objetivo de toda la larga noche: la sala de embarque.
Área de embarque
El ansiado premio había sido lograr vencer al cansancio, hasta el momento en que se hiciera la hora de poder pasar al área de embarque. Ese momento se encontraba unas 3 horas antes de nuestro vuelo, o sea a las 03am.
¿Porque la idea de llegar lo más rápido posible a este área? Porque a diferencia del resto del aeropuerto, aquí hay muchas más comodidades: variedad de negocios, tiendas, baños cómodos, pero por sobre todo, asientos amplios e ideales para ponerse a descansar.
Nos quedamos durmiendo alrededor de una hora en dichos asientos, para poder descansar al menos el cuerpo. Pero sobre todo nos interesaba que Sofía descanse, porque que aunque no lo exteriorizaba, tenía mucho sueño acumulado.
Todos descansamos en los asientos, pero la que mejor uso les dió, fue Sofía, que usando 2 asientos contiguos improvisó una placentera cama.
Siempre es buena idea cuando se viaje con niños, contar con alguna pequeña manta, para poder taparlos cuando se quedan dormidos.
Después de varias horas de haber estado por diversos rincones del aeropuerto, se hizo la hora de abordar el avión de Latam.
Finalmente superada la prueba, la experiencia de dormir en un aeropuerto con niños estaba llegando a su fin, y debemos decir que pese a todo, fue menos problemática de lo que habíamos creído en su momento.
Arriba del avión
Ya por último, a bordo del avión, todo fue momento de relax, descanso y desde luego oportunidad de recuperar el sueño atrasado.
Por delante nos quedaban 5 horas de vuelo sobre el inmenso Océano Pacífico, para arribar a uno de nuestros tantos anhelos viajeros: Isla de Pascua.
Como disfrutamos los días en Isla de Pascua y todo lo que hay para hacer allí, será historia para contarles en otro artículo.
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