Cuba es un país con un encanto particular y su capital no escapa a eso. Es más, suma actividades y lugares imperdibles por doquier. Así que intentaremos describirla, enumerando las 10 mejores cosas para hacer en La Habana.
Contenido de nuestro artículo
Si hay algo que le impone su marca personal a este país es el color, llamativo, vivo, diverso. Los colores se despliegan por doquier y uno casi que podría pensar en toda la paleta de combinaciones y asociarlos con distintos paisajes y actividades. Así que les propongo algo distinto a la típica lista de 10, para que nos detengamos en un color en cada uno de los puntos a fin de identificarlos, imaginarlos y soñarlos. ¿Vamos?
1- Amarillo: Recorrer las calles de la Habana Vieja
Entrar en la zona de la Habana Vieja es ver todas las tonalidades de amarillo, que se mezclan con los verdes, los rosas, los celestes, los marrones. Y los colores se mezclan con los sonidos, que vienen en forma de música, de risas, de charlas con voces alegres y llenas de modismos locales.
La Habana Vieja es un lugar para recorrer. Sin mapa, a todo ritmo, a paso lento, con sorpresa a cada paso, con un fotografía a cada mirada.
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No te voy a dar una ruta, porque sería perderle el sentido a semejante experiencia, pero sí tené en cuenta que hay algunos puntos por los que tenés que pasar al menos una vez (otros un par de veces, de día, al atardecer, de noche, todo tiene su encanto).
Hay cuatro plazas principales: la de armas, la Vieja, la de la Catedral y de la San Francisco de Asís. Por ellas hay que pasar varias veces. Luego verán varias placitas pequeñas en el camino. Aprovechen los bancos, retomen energías y sigan que hay más.
Alrededor de estas plazas o en sus cercanías, verán enormes y maravillosos edificios antiguos, una gran cantidad de museos y muchos palacios. Recorran,y si les gusta alguno de esos sitios, ingresen. Vale la pena dejarse llevar por los intereses y la intuición.
El amarillo en esta zona tiene tantas tonalidades que sorprende, tantos amarillos que seguro escapan a los que tiene la paleta de un pintor. Pero hay un lugar dentro de la Habana Vieja en donde otro color predomina fuertemente. Esto nos lleva al siguiente punto.
2- Celeste: Dejar tu marca en la Bodeguita del Medio
Casi que no hace falta presentación para este mítico lugar. Aquí recibimos el nuevo año, y valió la pena. Siempre está repleto de gente, no esperen llegar cómodos a la barra de adelante. Pero si prefieren un lugar más agradable, las mesas de su interior son un ambiente distinto.
La música cubana es en continuo, de mano de excelsos guitarristas que tocan en espacios mínimos y cantan a toda voz. Mientras, los mojitos van y vienen inundando de aroma a menta el lugar.
Lo mejor es que todas sus paredes, de dentro y fuera, pintadas de un celeste brillante, se pueden escribir. Por lo que un sinfín de tinta azul (en su mayoría) decoran esas paredes, apuntando los más variados países, las escrituras más extrañas y unos muchos años que le marcaban el aquí y ahora al que escribía en ese momento.
3- Naranja: Ver el atardecer en el Malecón
Digo naranja y es un poco antojadizo, porque en realidad el atardecer es una paleta de colores maravillosa. El marco del antiguo malecón, las olas que algunos días lo azotan fuertemente, y el castillo o los edificios que se ven del otro lado de la bahía, hacen que las postales del atardecer se vuelvan casi un vicio. Podés estar horas ahí. Recorrer grandes tramos caminando, ver los pescadores, las parejas, la familia, el cotidiano cubano que se reúne allí. Sin dudas es un lugar para dedicarle el tiempo necesario para disfrutar.
4- Rojo: Conocer la historia de Cuba en el Museo de la Revolución
Y si hablamos de la Revolución Cubana, lo que nos viene a la mente es el rojo. Tan presente en sus banderas junto con el negro, tan fuerte en sus consignas, tan consecuente con lo pasional de la reciente historia de la isla.
Preparate para dedicarle un tiempo considerable. Nosotros pensábamos salir a la hora y media como mucho, pero cuando quisimos darnos cuenta, ya llevábamos 3.
Es que sus tres pisos de detallada historia te cuentan tan bien los hechos que simplemente te dejás llevar. Lo interesante es que el edificio donde se encuentra era la antigua casa de gobierno, la que se usaba antes de la revolución, así que incluso podés conocer el despacho presidencial que se encuentra intacto.
Al terminar los tres pisos, se llega a la zona exterior en donde ves vehículos de la revolución e incluso el yate Granma, que llevó a Fidel y sus compañeros de vuelta a Cuba para comenzar la Revolución.
¿Cómo hicimos para estar todo ese tiempo con Sofía en un museo? Pues intercalamos momentos en donde su atención se dirigía a objetos, y momentos en donde se cansaba un poco y entonces le dábamos algún juguete o un juego de celular para distraerse mientras seguíamos recorriendo todas las vitrinas.
Como ya les explicamos en nuestro artículo de cómo visitar un museo con niños, todo depende de nuestras estrategias para lograr poder pasar por la experiencia con éxito.
5- Gris: Conocer la historia colonial de Cuba a través de sus castillos
Cuba antes que todo, fue una colonia española. Y de allí surgen los grises que cubren grandes extensiones y que conforman imponentes castillos.
Son cuatro los castillos a recorrer: de La Real Fuerza, de los tres reyes del Morro, de la Punta, y la Fortaleza San Carlos de la Cabaña.
La realidad es que seguramente no vamos a tener el tiempo de recorrerlos todos, así que habrá que elegir en cuál adentrarse para conocer un poco más de sus laberínticos secretos.
Al que no debes dejar de ir es a la Fortaleza San Carlos de la Cabaña (8 CUC por persona) para poder disfrutar del increíble cañonazo de las 9. Todos lo días, llueve, truene (o haya tornado, nos han dicho) el cañonazo se hace igual. Es toda una gran ceremonia a la que vale la pena estar cerca de las 20hs como para ubicarse en una posición que permita ver todo el espectáculo que incluye hombre disfrazados de época, un texto alusivo y por fin, la llama en la mecha para así ver y sentir un verdadero cañonazo colonial. Hay que estar allí para sentir esa emoción un poco inexplicable. Ni les cuento lo que le gusta a los niños, todos maravillados.
Otro de los castillos que recorrimos fue el de los Tres Reyes del Morro (6 CUC por persona), realmente hermoso conocer sus vericuetos y perderse en la historia colonial de sus paredes.
6- Verde y azul: Llegar hasta la zona del Cristo de La Habana y contemplar las vistas de la ciudad desde allí
Un poco más allá de la zona de los castillos, caminando unos metros, se llega a la enorme (y cuando digo enorme es porque es enorme) estatua del Cristo de La Habana. Esa misma que se ve desde la costa, al otro lado de la Bahía.
Toda rodeada de un verde parque, super apacible para disfrutar de la tarde, la estatua es un punto de fotos, pero lo cierto es que lo que más se disfruta es la vista hacia el mar y el otro lado de la bahía.
El azul del mar y las áreas llenas de plantas de esa zona, nos deja un lindo marco para los increíbles amarillos que, ya les conté, pintan la ciudad.
7- Blanco y negro: Recorrer la plaza de la Revolución
¿Qué imágenes se nos vienen a la mente cuando pensamos en la plaza de la revolución? claramente es el enorme mural del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos. Los mismos se ubican sobre blancas paredes de edificios de dependencias estatales y la figura de estos dos emblemáticos revolucionarios se dibuja con una estructura de metal negro.
Lo más increíble de esa plaza es que ese punto es solo una pequeña, muy pequeña parte de la misma, ya que cuenta con 72.000 mts cuadrados de extensión en donde los árboles ocupan un espacio importante y centralmente, el monumento al trabajador, se impone, enorme mirando al sol.
Es en este sector de La Habana en que se hace la ya mítica marcha del pueblo por el día del trabajador, todos los primeros de mayo.
Sin dudas, un lugar para conocer y llevarte la correspondiente foto. Eso sí, te damos un consejo: si querés una con mayor perspectiva de los murales, cruzá al monumento al trabajador y desde allí buscá el ángulo perfecto.
8- Amarillo y verde: Hacer un paseo en cocotaxi
Estos pequeños, redondos y simpáticos medios de transporte deben ser abordados en algún momento, al menos para conocer de qué se trata subir y andar en ellos.
¿Cómo ubicarlos? es tan simple ver esa redondez amarilla con detalles en verde, que tan solo un poco de vigilancia hace que aparezcan frente a nuestros ojos.
Es cierto que pueden ser más caros de un taxi común, pero aunque sea un viaje corto, se merece la pena. Y no te olvides, siempre hay que pactar el precio antes de subir, eso es una constante en toda la isla.
9- Azul: Recorrer la zona del Capitolio y el Paseo del Prado
Comenzamos a caminar por el paseo del Prado y algunos azules se vinieron a nuestros ojos, con imponente fuerza. Algunas casas de sus alrededores y finalmente la zona al terminar de caminarlo, con imponentes hoteles y el Capitolio, que de noche se hace más azul que nunca.
En el paseo del Prado, fuimos con Sofia jugando a cocodrilos y selva, pisando algunas baldosas y otras no, porque después de todo ¿qué sería de los viajes sin la posibilidad de conectarnos con nuestra niñez más tierna?
10- Multicolor: Disfrutar de la cotidianeidad y de la amabilidad de los cubanos
Acá me permito hablar de todos los colores en uno, porque lo cierto es que la ciudad tiene tanto color, como sabor, música y aromas. Imposible no sentirte en casa. Caminar las calles, escuchar la música bien alta, ver los partido de dominó que se repiten en las calles, todo es mágico. Y lo mejor, siempre verás que la gente del lugar se dirige a vos con una sonrisa y con todas las intenciones de ayudarte.
Sean las 12 del mediodía como las 12 de la noche, las calles tienen su propio movimiento y jamás te sentís inseguro
El pueblo cubano es un vendaval de colores, pero también de risas y palabras cálidas. No lo olvides nunca, si vas, preparate para enamorarte de esta bella Habana en tan solo segundos. Y te aseguro que te atrapa, ¡vaya que te atrapa!.
Bonus track- Marrón: comer en un paladar y una ventanilla de pizza
La comida en Cuba es todo lo particular que puede ser, teniendo en cuenta algunas épocas de escasez de alimento que obliga a improvisar ciertos platos.
En el caso de los paladares (que serían como restaurantes pero con menúes fijos), el arroz moro, amarronado, con legumbres que le aportan color y mucho mucho sabor, es un acompañamiento de lujo, que una vez que lo probas, siempre lo buscás.
Otra de las alternativas para comer barato en la isla, son los pequeños locales de venta de pizzas. Muchas veces son solo ventanas en casas, en otras ocasiones son un carro ambulante. Pero lo que pasa en todas las opciones, es que la pizza es riquísima. Toda la familia comió más de una vez sentados en una plaza disfrutando de semejante manjar que te deja más que lleno de energías para recorrer los colores de La Habana.
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